Vivimos en un cuerpo que actúa, piensa, y siente. Pero pensamos una cosa, sentimos otra y decimos una tercera.
La meditación alinea, une nuestras dimensiones física, emocional y mental con lo sutil e invisible. Con eso que nos gusta llamar, la experiencia espiritual.
Aquella que subyace en lo profundo y que puede permear, si lo permitimos, nuestras decisiones y acciones de cada día.
La meditación abre y aligera nuestra densidad para que la luz del Ser expanda los límites de nuestra mente, se refleje en estados de íntimo gozo, llegue hasta nuestra palabra, acción y se despliegue en la vida.
El trabajo de ir conociendo y re-escribiendo esos límites de la mente es tan desafiante como hermoso, porque forma parte de la esencia del camino vital. Como todo regalo, requiere dedicación y entrega. ¿Recorremos el camino juntos? Vamos a ir destapando sus regalos…